El foto finish literario reconoce a Edward Lear, eminentísimo lunático, el haber cruzado primero la meta del nonsense. Lo hizo aplicando macros de anarquía a todo cuanto salía de su pluma, incluso antes que su contemporáneo Lewis Carroll. Ambos se distraían corrompiendo a los hijos de sus amigos; pero Lear, pintor con menos prestigio del que creía merecer, subestimaba sus limelearicks hasta el punto de firmarlos con seudónimo sin entender que era su falta de pretensión lo que los hacía tan especiales. Sólo al final de su vida exprimió -resignado- esas coplillas sobre las que garrapateaba frenopáticos dibujos y, a su lado, mucha sátira actual sabe igual que un tomate de supermercado: a nada. Lo único malo es que, después de leerlo, lo siguiente que hagáis os parecerá aburridísimo.
Dejadme añadir que Edward Lear tiene fama de intraducible, pero conozco tres tentativas: una de Tusquets, bastante antipática; otra, la más completa, de Juan Rivano, (podréis acceder a ella en un minuto); y mi favorita, de Santiago R. Santerbás para una recopilación de Anaya juvenil (Fabuleario, 1993), tan hábil como adictiva. Os animo a buscarla porque aparte de un epistolario de viajes y otros ejemplos de prosa anonadante, esconde La Historia de las Siete Familias del Lago Pipple-popple, precursora del estilo macabro de Edward Gorey y una de esas joyas que hay que leer antes de morir, o en el mismo trance si es preciso. ¡A ello, jóvenes!
Dejadme añadir que Edward Lear tiene fama de intraducible, pero conozco tres tentativas: una de Tusquets, bastante antipática; otra, la más completa, de Juan Rivano, (podréis acceder a ella en un minuto); y mi favorita, de Santiago R. Santerbás para una recopilación de Anaya juvenil (Fabuleario, 1993), tan hábil como adictiva. Os animo a buscarla porque aparte de un epistolario de viajes y otros ejemplos de prosa anonadante, esconde La Historia de las Siete Familias del Lago Pipple-popple, precursora del estilo macabro de Edward Gorey y una de esas joyas que hay que leer antes de morir, o en el mismo trance si es preciso. ¡A ello, jóvenes!
Comentarios
Publicar un comentario