Las iluminaciones de Hildegard von Bingen


Impresionante lo de esta mujer, abadesa, mística, artista total. A su muerte en 1180 dejará tras de sí un legado valiosísimo para los humanistas: estudios multidisciplinares, amplio repertorio musical y, a lo que vamos, libros proféticos bellísimamente ilustrados.
Porque el dato es importante, Hildegard tenía visiones (centelleos rotatorios... ¿auras epilépticas?) y quiso plasmarlas en sus códices a todo color. De lo que no cabe duda, viendo el portentoso resultado, es que a Hildegard se le iba la pinza pintando. Pero mucho.

Pero hacia el Oriente, sobre la circunferencia de la tierra, veía a cierta altura un globo rojo rodeado por un círculo de color zafiro del que procedían dos alas a la derecha y dos alas a la izquierda. En ambos lados una de las alas se extendía hacia lo alto y ambas, al llegar a su ápice, se curvaban la una hacia la otra como mirándose; pero en cada lado la otra ala descendía bajando hasta la mitad de la circunferencia de la tierra, de manera que estas dos alas rodeaban la mitad del círculo terrestre, más allá del firmamento. [...] En la parte oriental de la circunferencia y entre las alas mencionadas aparecía un edificio que ascendía hacia aquel globo; y desde el globo hacia arriba, hasta la mitad de las alas superiores, se extendía algo semejante a una  calle sobre la que resplandecía una como estrella radiante.
Y luego, en medio de lo más alto de esas alas se veía un globo de fuego que emitía rayos [...]
    Pero hacia el lado occidental, fuera de la circunferencia de la tierra, aparecían las tinieblas que se extendían a ambos lados de la circunferencia, curvadas en forma de arco, hasta la mitad de la misma, hasta donde también descendían las alas inferiores. En esas tinieblas, entre el ángulo occidental y el ángulo septentrional, había otras tinieblas más densas y penetrantes, que tenían la forma de una boca abierta, horrible y devoradora, y que se hallaban adheridas a otras densísimas e infinitamente terribles que eran exteriores a las anteriores, como si fueran su boca abierta en una mueca de risa.
Luego vi como una inmensa multitud de antorchas vivientes dotadas de gran claridad las cuales, al recibir un fulgor ígneo, adquirieron un serenísimo resplandor. Y he aquí que apareció un lago muy ancho y profundo, con una boca como la boca de un foso que emitía un humo ígneo hediondo, desde el cual también una horrible tiniebla, alargándose como una vena, tocó una imagen que consideraba engañosa. Y en una región clara sopló sobre la luminosa nube que había salido de una bella forma humana, y que contenía en sí muchas, muchísimas estrellas; y así la arrojó de esa región y también a la forma humana. Después de esto, un resplandor intenso envolvió la región, y todos los elementos del mundo, que primero habían estado en una gran quietud, presas de la más grande inquietud mostraron horribles terrores.


El edificio de la salvación

Y vi en el misterio de Dios, como en medio de la atmósfera austral, una bella y maravillosa imagen con figura humana, cuyo rostro era tan hermoso y de tanta luminosidad que más fácilmente podría yo mirar al sol; un gran círculo dorado ceñía su cabeza. Pero en el mismo círculo, sobre esa cabeza apareció otro rostro como de un anciano, cuyo mentón y barba tocaban la parte superior de la cabeza del primero. Y de uno y otro lado del cuello de la figura salía un ala, y las dos elevándose por sobre el círculo [dorado] se unían. En el punto extremo de la curva del ala derecha contemplé una cabeza de águila con ojos de fuego, en los que se reflejaba el esplendor de los ángeles como en un espejo; en el extremo de la curva del ala izquierda había un rostro humano, que brillaba como la luz de las estrellas. Estos rostros estaban vueltos hacia el oriente. También de uno y otro hombro de esta imagen [salían] unas alas [que] se extendían hasta las rodillas. Vestía una túnica que brillaba como el sol; en sus manos sostenía un cordero resplandeciente como la luz del día. Con sus pies aplastaba a un monstruo de horrible aspecto, ponzoñoso, y de color negro, y a una serpiente que mordía la oreja derecha del monstruo; el resto de su cuerpo estaba enrollado oblicuamente en torno a la cabeza, y su cola se extendía por la parte izquierda hasta sus pies

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